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miércoles, 8 de diciembre de 2021

 

Y ocurre a menudo

    Vas sin tiempo, vas cargada, vas triste, vas cansada, con la cabeza bulléndote cosas. Te sientes una víctima. Te das pena pero sigues rápido, casi sin tocar el suelo, solo quieres llegar, hacer lo que tengas que hacer y poder descargar esa tarea de tu larga lista de agobios de ese día. Pero es ahí, justo cuando vas cargada hasta los topes, donde cada dedo parece sujetar algo, donde no puedes permitirte parar y descargar lo que llevas porque luego no podrías volver a recomponerlo en ese orden perfecto que lo llevabas todo. Es ahí, en ese momento donde te pica algo insistentemente donde sabes que no puedes arrascarte, donde el ojo empieza a temblarte con un tic que no puedes controlar, donde justo en ese momento unos pocos pelos caen sobre tu cara y te producen cosquillas. Cómo algo tan leve que te pasa por la cara te genera más ansiedad de la que tenías, mas tristeza de la que llevabas consigo y haces que te sientas una m. Te dan ganas de romper a llorar. Te dices que  solo queda poco tiempo y distancia para llegar y poder soltarlo todo. Te apenas de ti misma. Se comienza a formar una lágrima en tus ojos que amenaza con resbalar y que por un lado te tapa la visión y no ves bien y  por otro te produce más cosquillas. Además tampoco quieres compadecer a otros,  que nadie se fije en esa lágrima que amenaza con derramarse por tu cara y gotear en tu ropa.

    Pero decides seguir, obviar ese picor  en la cara, esas cosquillas que te hace tu propio pelo y te superas.

    Tienes un tropezón que casi te hace caer pero no sueltas lo que llevas,  quieres seguir. Pero no puedes más. Paras, sueltas todo al suelo, te quitas el pelo de la cara, te rascas donde te picaba, te permitas sonarte los mocos y la lágrima que comienza a resbalar por tu mejilla te la secas disimuladamente.

    Respiras, te recompones y cargas de nuevo con todo. Levantas la cabeza, parece un nuevo comienzo y puedes seguir al menos un trecho más y ya queda poco. Llegas. Ahora lo colocas todo en el lugar al que iba destinado. A  partir de allí ya vas ligera de equipaje aunque sudada, con el deber cumplido y prometiéndote que no volverá a ser así que irás con más tiempo, con menos carga y con mas serenidad la próxima vez.

    Además siempre hace calor y sobran las prendas, si es verano es sudor y sudar, si es invierno llevas el pañuelo o bufanda que debes quitarte por el camino y llevar en las manos o metido a presión  en el bolso y muchas veces un trozo de él va arrastrándose por el suelo, lo que implicará que al llegar a casa lo eches a lavar y añadas una tarea más a las que ya tienes y al cansancio acumulado. El abrigo o chaquetón también acaba doblado y haciéndote llevar un peso extra en el brazo del que llevas el bolso que por supuesto resbala a cada  momento de tu hombro y ya lo has dejado en tu mano, esa mano que lleva otras cosas más, el abrigo empeora la situación y hace que lleves los dedos agarrotados pero aún así sigues. La otra mano lleva otras cosas y  no puede ayudar a su pareja en nada.

    En la parada de un semáforo aprovechas para cambiar las cosas de mano lo de la derecha a la izquierda y viceversa para que todo siga igual.

    Me han ocurrido esas situaciones. La última cuando acudí a llevar el preparado floral a donde reposan mis padres. Ellos están allí por separado y después de adecentar a uno de ellos el traslado hasta el otro lugar con cosas desempaquetadas fue donde me ocurrió esta sensación.

    Preparado floral que pretendía caerse en una mano, botella de agua vacía que no cabía en el bolso, trapo húmedo de limpiar el mármol mas bolsa que lo contiene, mi bolso, el abrigo y ya comienzo del picor por el pelo y todo lo demás.

    También me ha pasado muchas veces en el traslado hacia la cochera. Es lo que tiene tener la cochera a medio km de casa, siempre vas cargada de cosas bolsas y demás. De casa a la cochera y de la cochera a casa. Siempre te pica algo, se te va el pelo a la cara, sudas, tropiezas pero sigues andando diciéndote ya queda poco, no pienses, estás llegando y lo soltarás todo.

Aprende a viajar, a desplazarte ligera de equipaje.

Más vale poco y bien que mucho y regular.

Prepárate para el camino sólo con lo necesario.

Disfruta lo que haces, los preparativos, el trayecto y el destino.

Añade algún aforismo más que me pueda ayudar a no quejarme por sentirme superada.

Éstos me los grabo desde ya en mi mente.


Ha quedado ahí colgado, en la pared del pequeño saloncito el calendario solidario que marca la fecha en que ocurrió . Marzo del 2018.  Los fines de semana aparecen con L de largos o con C de cortos. Los que a mi me tocaba estar. Largo era que estaba por allí sábado y domingo. Corto significaba que sólo estaba los sábados. Ocurrió días después del último sábado largo. No llegaron a completarse los fines de semana de C. Ya no hizo falta estar por allí cuidando y acompañando el resto de marzo, ni de abril ni de mayo ... ni de ese año ni de los siguientes.
El tiempo para alguien se detuvo ahí en ese mes de ese año de un calendario de pared solidario .

 

Ni el pintor realista Antonio López lo hubiera pintado tan real.
Un baño familiar que tantas puestas a punto ha acogido se ha quedado atrapado en el tiempo. Un día todo en aquella casa se paró. El pequeño baño repleto de las cosas de uso cotidianas se ha quedado como en la foto para siempre. Cómo tocar la memoria de los que allí han vivido. Dejarlo estar. Un baño atrapado en el tiempo. El pasado ha llegado al futuro. 

 


Todo en su sitio, todo en su lugar, pero  nadie calzará de nuevo esos zapatos ni encenderá la lamparita por la noche. Nadie se acostará ya en esa cama que aún estaba tibia.

 

     Reflexiones en pequeñas dosis

 

    Si no me dices nada casi nunca ¿Qué esperas de mí? Tu silencio me hace reflexionar. Yo no soy lo suficientemente importante para ti por tanto tú no mereces mi cercanía ni mi sonrisa. Hoy estaré a tres pasos de ti.




    Miro el cielo nublado y mi mente se carga en un reseteo con todo el contenido de toda la vida de la humanidad. Ahí en ese pensamiento que se sostiene mientras dura la mirada, apenas un minuto, llego a intuir la plenitud de la mente, la grandeza de la vida.