Y así trascurre todo.
Preparas la casa: limpieza general y particular,
hacer las camas de “invitados” con ropa de invierno
(estaban con colcha de verano desde la
última vez que estuvieron por aquí), despejar trastos paras dejar espacio de
maletas.
Piensas qué cocinar, haces listado de
qué comprar. Compras, guardas, cocinas algo que se pueda reservar ya preparado.
Llegada,
besos,
alegría rebosante,
hablar,
cuéntame.
Maletas sin deshacer del todo durante
los pocos días de estancia en la casa.
En ese u otro orden: salen, vuelven,
comen o no en casa, comidas familiares con lo que conllevan de alegría, de
encuentro, de estar juntos después de todo el stress de preparar la casa y del cansancio
de cocinar; fotos, tertulia, a veces juegos de mesa.
Y así unos días.
Después, recogida, que no se olvide
nada,
maletas,
despedida,
besos,
lágrimas furtivas.
Preocupación
por el viaje, que todo vaya bien, que lleguen en hora de coger trenes que los
lleven a casa, de que lleguen a horas tempranas para que puedan descansar de la
larga jornada y estén en condiciones al día siguiente de rendir en sus
trabajos y sentirse bien.
Llega el vacío, el hueco que dejan en el
espacio de tu casa y en tu alma.
Intentas distraerte: poner la tele o salir
a andar, leer no puedes en ese momento.
Lo que sigue es poner lavadoras de
sábanas, más lavadoras de toallas, limpieza de casa, agobio de alimentos
excedentes que suelen ser dulces, cárnicos, de hojaldres y otros ingeribles que no están en tu dieta habitual
Pasados unos días ya te instalas de
nuevo en tu día a día sin ellos, sin tus hijos, que trabajan y viven lejos de ti,
que tiene su propia vida libre, liberados de cargas familiares de las de toda la vida pero cargados de
trabajo, de amigos y de su nueva familia, la suya propia la que deben cuidar y
atender.
Su presente.
Este presente que viene del pasado que
tú imaginaste para ellos en su futuro.
Una llegada en invierno de pocos días es
algo diferente de la de verano aunque son casi los mismos días pero se desarrolla
en otros espacios, no hay tantas comidas ni brindis familiares en casa sino que
suelen trascurrir en el chiringuito, lo cual es más alegre y llevadero porque
no llevas ese stress y cansancio que se
iba acumulando con los preparativos navideños.
Y así, con dos o a veces tres encuentros
al año, pasamos la vida junto a nuestros hijos.
Encuentros
cálidos, intensos, alegres, imprescindibles y esperados.
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