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lunes, 3 de febrero de 2020

DIRECTOR DE LA ORQUESTA DE SU VIDA


DIRECTOR  DE  LA  ORQUESTA  DE  SU  VIDA


Ahora ya jubilado dedica muchas horas a lo que de verdad le gusta. Es algo que lo absorbe hasta evadirlo de la realidad. Se pone los cascos y escucha ópera, arias, solistas, conciertos…Sus audiciones abarcan a todos los géneros de la música clásica.
Escuchar esos sonidos “le llena” su vida, le reconforta del sufrimiento pasado.
Si hubiera nacido 40 años después dedicaría su tiempo a los videojuegos y estaría enganchado e inmerso a un mundo distante y lejano de la realidad cotidiana. En su mundo sería fuerte, importante y valorado aunque fuera alguien a quién temer.
Pero él, nacido hace más de 60 años, no tenía un mundo visual donde evadirse, un lugar donde fuera aceptado y donde tuviera su lugar privilegiado. Pero la música cumplía para él la misma función de evasión.
Sentía el vacío a su alrededor y bastantes veces algo peor que el vacío, sufría rechazo e injurias que lo hacían sentirse molesto.
Sus padres tenían en casa bastantes discos de música clásica. Un día comenzó a escucharla más detenidamente y aquellos sonidos le resultaron balsámicos para su alma herida. La música lo transportaba a mundos perfectos creados en su imaginación. Poco a poco fue escuchando más horas de música clásica y encontraba en todos los estilos aspectos agradables, voces de altos, de tenores, de sopranos, sonidos melodiosos…todo le valía. Cuando escuchaba esa música él era el protagonista en ese mundo y todo lo que le pasaba allí era positivo. Fuera el mundo era un lugar hostil. Era rechazado por muchos y se sentía tenso o triste según los acontecimientos.
Había sido un chico introvertido. En el colegio le llamaban empollón, gafotas y gordo. No tenía amigos. Así creció.
Estudió una carrera superior. Superó unas oposiciones y se hizo profesor. Eso le gustaba. En sus clases era alguien a quien debían escuchar y debían respetar. Entre sus compañeros de trabajo era uno más, no había afectos, solo era una persona a la que saludar al cruzarse y poco más.
Los inicios fueron agradables, el alumnado durante las clases era receptivo. Con el paso de los años el ambiente se fue haciendo hostil. Los alumnos perdían a menudo el respeto hacia el profesor, no reconocían la autoridad de éste. Hay ciertos alumnos que no consienten que nadie les diga qué han de hacer y menos si ello implica esforzarse mentalmente en algo que no conocen ni quieren conocer por no verlo útil. Si exigía tareas o quería imponer su autoridad a base de gritos entonces numerosas veces acudían los padres de los alumnos a protestar ante el profesor. Los padres siempre estaban defendiendo a sus “cachorros” incluso cuando actuaban como pequeños tiranos y eso que en algunas ocasiones los padres aparecían por el centro en busca de ayuda porque “no podían” con sus hijos.
Un incidente desagradable en clase más fuerte de lo normal hizo que se diera de baja por depresión. Realmente la depresión siempre la había tenido pero aquello fue una humillación que le dejó marcado y hundido. De la baja pasó a la jubilación anticipada, no estaba dispuesto a volver a sufrir algo parecido.
Ya jubilado pasaba en casa casi todo el día, se sentía muy vulnerable y no quería que nadie volviese a herirlo aunque fuera solo con su mirada.
El estar tantas horas en casa le hicieron recuperar de nuevo el hábito de escuchar música clásica. La escuchaba varias horas al día y lo hacía con cascos, así podía subir o bajar el volumen a su antojo sin que los vecinos pudieran escuchar lo que ocurría tras las paredes de sus viviendas A veces el volumen era excesivamente alto pero le suponía un pequeño poder que podía  dominar a su antojo pasando a veces los límites de la normalidad.
Aparecía moviéndose armónicamente por los pasillos de su casa con unos cascos puestos, deambulaba al ritmo de melodías  armoniosas como un bailarín de ballet, en su estudio actuaba como si fuera director de orquesta dirigiendo a los músicos, en los solos del concertino imitaba los movimientos como si el violín estuviera presente, recitaba los canticos de los tenores o barítonos . Otras veces permanecía sentado en silencio escuchando la música y alguna lágrima se le escapaba cuando sentía la perfección del sonido en algunas notas sobre todo en un grado pianissimo y en crescendo.
Ahora es feliz en su mundo, ahí donde nadie lo insulta ni lo ignora. Él es el rey, se siente el centro del mundo. Es el director de la orquesta de su vida.


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