DIRECTOR DE LA ORQUESTA DE SU VIDA
Ahora ya
jubilado dedica muchas horas a lo que de verdad le gusta. Es algo que lo
absorbe hasta evadirlo de la realidad. Se pone los cascos y escucha ópera,
arias, solistas, conciertos…Sus audiciones abarcan a todos los géneros de la
música clásica.
Escuchar
esos sonidos “le llena” su vida, le reconforta del sufrimiento pasado.
Si hubiera
nacido 40 años después dedicaría su tiempo a los videojuegos y estaría enganchado
e inmerso a un mundo distante y lejano de la realidad cotidiana. En su mundo
sería fuerte, importante y valorado aunque fuera alguien a quién temer.
Pero él,
nacido hace más de 60 años, no tenía un mundo visual donde evadirse, un lugar
donde fuera aceptado y donde tuviera su lugar privilegiado. Pero la música cumplía
para él la misma función de evasión.
Sentía el
vacío a su alrededor y bastantes veces algo peor que el vacío, sufría rechazo e
injurias que lo hacían sentirse molesto.
Sus padres
tenían en casa bastantes discos de música clásica. Un día comenzó a escucharla
más detenidamente y aquellos sonidos le resultaron balsámicos para su alma
herida. La música lo transportaba a mundos perfectos creados en su imaginación.
Poco a poco fue escuchando más horas de música clásica y encontraba en todos
los estilos aspectos agradables, voces de altos, de tenores, de sopranos,
sonidos melodiosos…todo le valía. Cuando escuchaba esa música él era el
protagonista en ese mundo y todo lo que le pasaba allí era positivo. Fuera el
mundo era un lugar hostil. Era rechazado por muchos y se sentía tenso o triste
según los acontecimientos.
Había sido
un chico introvertido. En el colegio le llamaban empollón, gafotas y gordo. No
tenía amigos. Así creció.
Estudió una
carrera superior. Superó unas oposiciones y se hizo profesor. Eso le gustaba.
En sus clases era alguien a quien debían escuchar y debían respetar. Entre sus
compañeros de trabajo era uno más, no había afectos, solo era una persona a la
que saludar al cruzarse y poco más.
Los inicios
fueron agradables, el alumnado durante las clases era receptivo. Con el paso de
los años el ambiente se fue haciendo hostil. Los alumnos perdían a menudo el
respeto hacia el profesor, no reconocían la autoridad de éste. Hay ciertos
alumnos que no consienten que nadie les diga qué han de hacer y menos si ello
implica esforzarse mentalmente en algo que no conocen ni quieren conocer por no
verlo útil. Si exigía tareas o quería imponer su autoridad a base de gritos
entonces numerosas veces acudían los padres de los alumnos a protestar ante el
profesor. Los padres siempre estaban defendiendo a sus “cachorros” incluso
cuando actuaban como pequeños tiranos y eso que en algunas ocasiones los padres
aparecían por el centro en busca de ayuda porque “no podían” con sus hijos.
Un incidente
desagradable en clase más fuerte de lo normal hizo que se diera de baja por
depresión. Realmente la depresión siempre la había tenido pero aquello fue una
humillación que le dejó marcado y hundido. De la baja pasó a la jubilación
anticipada, no estaba dispuesto a volver a sufrir algo parecido.
Ya jubilado
pasaba en casa casi todo el día, se sentía muy vulnerable y no quería que nadie
volviese a herirlo aunque fuera solo con su mirada.
El estar
tantas horas en casa le hicieron recuperar de nuevo el hábito de escuchar
música clásica. La escuchaba varias horas al día y lo hacía con cascos, así
podía subir o bajar el volumen a su antojo sin que los vecinos pudieran escuchar
lo que ocurría tras las paredes de sus viviendas A veces el volumen era
excesivamente alto pero le suponía un pequeño poder que podía dominar a su antojo pasando a veces los límites
de la normalidad.
Aparecía moviéndose
armónicamente por los pasillos de su casa con unos cascos puestos, deambulaba
al ritmo de melodías armoniosas como un bailarín
de ballet, en su estudio actuaba como si fuera director de orquesta dirigiendo
a los músicos, en los solos del concertino imitaba los movimientos como si el violín
estuviera presente, recitaba los canticos de los tenores o barítonos . Otras
veces permanecía sentado en silencio escuchando la música y alguna lágrima se
le escapaba cuando sentía la perfección del sonido en algunas notas sobre todo
en un grado pianissimo y en crescendo.
Ahora es
feliz en su mundo, ahí donde nadie lo insulta ni lo ignora. Él es el rey, se
siente el centro del mundo. Es el director de la orquesta de su vida.
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