Día 1 del
confinamiento. Sábado 14 de marzo.
Me levanto
como un día “normal”. Como es sábado no parece que vaya a ser un día diferente a
los de otras semanas aunque por la tarde no iremos a ningún acto cultural ni a
un bar después.
Después de
desayunar nos vamos al mercado. Como todos los sábados hacemos. Pero al llegar
nos encontramos con una situación que nos crea zozobra y cierto miedo porque
evidencia lo que está pasando. Largas colas de gente separadas por un metro más
o menos una de otra en cada puesto del mercado. Nos colocamos en la cola del
pescado. Es la más corta. Las de los puestos de la carne son larguísimas, también
son largas las de frutería. En la del pescado no más de 4 personas. El pescado
es lo que hemos venido a buscar al mercado, carne tenemos congelada en casa para
varias semanas.
Lo que nos
gusta de los sábados es comprar pescado en el mercado. También desayunar en la
calle, algo a lo que hemos renunciado también hoy.
El tiempo de
espera en la cola nos lleva a pensar en
porque hay tan poca gente en los puestos de pescado. Mi marido y yo llegamos a
la conclusión de que la gente come poco pescado y además a los niños, en general,
no les gusta y sus padres los complacen. Carne y derivados de la carne es de lo
que se alimentan. Consideran que ahora menos que nunca es el momento de darle de comer pescado.
Nos queda un
buen rato mientras nos toca porque cada persona que compra se lleva bastantes
piezas y además se las lleva limpias y dispuestas para su elaboración algo que
hacen las tres personas que despachan.
Mientras llega
mi turno pienso en qué voy a cocinar con lo que compre: llevaré almejas con las
que hare una sopa además si consigo perejil le dará un toque delicioso. También
me apetece comer coquinas para una tapita rica como entrante. Me llevaré
también un rape, con la cabeza haré caldo que podré congelar. También compraré
jibia y la prepararé en salsa con mucha cebolla para congelar también y por
ultimo me llevaré una dorada para el horno y comer mañana y unos boquerones gordos
a la plancha para hoy.
Llega nuestro
turno.
Salimos del
mercado y nos vamos al súper. El supermercado en un centro comercial en pleno
centro de la ciudad está repleto de todos los productos y no hay colas. También
es que es temprano. Creo que los grandes super de extrarradios son los que
mostraban desabastecimiento de algunos productos.
Llegada a
casa, colocación de productos, cocinado de cosas, puesta de lavadoras y tendido
de ropa. Nada se aleja de lo que suele ser un sábado normal. Comida y siesta
sin pegar ojo porque la tele esta de fondo emitiendo noticias de la realidad
que nunca hubiéramos querido que ocurriera.
Hoy es mi
primer día y no voy a limpiar a fondo nada aún.
Tarde de
tele y lectura.
Parecía que
llovía y mucho. Nos asomamos y eran aplausos. Todas las personas de las
viviendas de la urbanización están en los balcones aplaudiendo. Que emocionante
es vernos en la distancia cada uno en su balcón o ventana con un mismo gesto. Unidad
de personas en un gesto maravillosamente sonoro. Los aplausos es uno de los
sonidos humanos que mejor suenan junto con la risa. El sonido se intensifica
como si pudiera llegarles el sonido a los que va dirigido. Médicos, personal
sanitario ¡ánimo va por vosotros! También va un poquito por nosotros por lo que
tenemos encima. Todos lo sabemos y necesitamos comunicarlo, nos hace sentirnos
cercanos. Al cabo de unos minutos entramos en casa con una sonrisa de oreja a
oreja y el corazón un poco menos encogido que antes. Netflix y a dormir.
Día 2 de
confinamiento. Domingo 15 de marzo.
Me levanto
un poco más tarde que aquellos días que parecen lejanos pero fue anteayer en
que iba a trabajar.
Como es
domingo no parece un día de confinamiento. Algunos domingos los pasamos en casa
sin apenas salir. Todo el día se va en estar arrumbada en el sofá con lectura,
tele y jugando a un juego de mesa.
Esta tarde
ya estábamos pendientes de la salida a los balcones. Hoy a las 8. Comienzan los
aplausos esta vez más sonoros, también con los móviles en modo linterna
encendidos y moviéndose. Alguien grita vivas. Vivan los médicos y médicas, las
enfermeras y enfermeros, viva España. Todos respondemos con vivas subidos de
tono. Y hasta alguien pone la nota de humor ante tanta emoción con un “viva el
papel higiénico”. La respuesta es unánime: “viva”. Emocionantes minutos.
A dormir.
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