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miércoles, 25 de marzo de 2020

Días pasados


Miércoles  6 de febrero de 2020

     Me despierto antes de que suene en el móvil el despertador.
    Miro la hora y me digo:
-            -  ¡vaya, aún me quedaban veinte minutos para que sonara!
    También cuando despierto en ese primer segundo de consciencia suelo pensar en que sigo viva, que sigo aquí en este mundo y eso me reconforta un poco.
    La sequedad en los ojos que noto nada más abrirlos me hace conectar con la realidad diurna.
    Me dormí a más de las 12 de la noche estando en la cama desde la 23:15, tres bochornos sudorosos después de cortar la luz y dos idas al baño antes de rendirme al sueño.
    Me incorporo en la cama y los dolores de cuello me espabilan un poco y me conectan más a la realidad
-          -madre mía-susurro-¡que rigidez en  la parte derecha!
      Después de varios giros de cuello, acabo con el movimiento que a cualquiera que me viera le parecería que estoy negando, que estoy diciendo que no, que no. Algo que he de decir más veces en mi vida, pienso. Me dirijo hacia el baño.
      ¡Ay por dios!-exclamo- ya llevo dos días sin hacer lo que debería por aquí.
      Me lavo la cara y me seco en una toalla que huele a mí. No soporto la toalla usada por otros sobre todo para secarme la cara. Me unto la piel de la misma de crema hidratante. Ese es un pequeño placer diario. Masajeo la piel de mi cara hasta que la crema penetra por todos los poros. La crema desprende un olor agradable. Algunas me huelen a plástico o a pescado, en suma a olores nada agradables. Además la untuosidad de la crema debe ser adecuada ni muy ligera ni muy aceitosa para que no quede después brillosa en la cara por no absolverse adecuadamente. Untuosa y de agradable olor, así es mi crema hidratante de cara perfecta, o de la marca es secundario. El untarme la crema y darme el masaje me hace sentirme un poco mejor cambiando un ápice las sensaciones desagradables del despertar. Lavado de partes bajas e íntimas, si me duche por la noche eso es lo que toca por la mañana y cambio de ropa interior. Untar poquito de crema vaginal externa para que la sequedad no produzca cierto resquemor y lista esa parte.
      Paso de nuevo a la cara con el ritual para la adecuación de la cara a su exposición exterior. Lo primero son unas gotitas de lágrimas artificiales en mis secos y picosos ojos. Varias vueltas de globo ocular con parpados bajados después, paso a arreglarme las cejas. Peinecillo untado en máscara de color marrón cejas y a peinar y ordenar los cuatro pelillos que tengo en mis canosas y poco pobladas cejas. Procuro que no haya grumitos en los pelitos de las cejas y necesito pegar mi cara al espejo para verlo mejor. Sigo con la pintura de ojos para lo que suelo usar un color ahumado y  uso la máscara de pestañas en una ligera pasada arriba y abajo. Ahora toca el turno de la crema solar que a veces uso coloreada. Así me cubre un poquito las arruguitas y manchas de la piel de mi cara. Continuo con crema de labios que necesito que sea untuosa pero de color no demasiado intenso. Decido el color en función de la ropa que usaré ese día. O tonos rosados o tonos marrones. Los colores rojos o fucsias quedan para muy pocas ocasiones en el año. De lo último que hago es pasarme el peine. Un peinado por mi pelo liso y fino.
      Y llega el momento de la colonia. Me gusta ese momento. Tengo dos olores, uno más ligero y fresco y otro más intenso y floral. Por supuesto elijo los perfumes por el olor. Hay pocos olores que me agraden del todo y dentro de esos que me agradan me decanto por el diseño de su envase de cristal. El frasco del más fresco me gusta de líneas suaves, transparente y muy sencillo. El más intenso me gusta en cristal tallado, si es posible con algún lazo o algo parecido y de color amarillo, rosado o blanco. Me pulverizo colonia detrás de las orejas una o dos veces en cada lado.
Me queda una agradable sensación de haberme destacado la dignidad de persona con todos los gestos realizados en mi cara.
      Ya salgo del baño.
      Me coloco la ropa que estaba ya decidida y preparada y voy de nuevo a repasarme el pelo con el peine. Paso a calzarme los zapatos.
      Sota caballo y rey, es decir, aquí tengo poco que elegir, zapatos casi planos y cómodos, muy cómodos. El diseño de mis pies cabos y con los dedos empezando a engarrotarse no me deja opciones. Además aquí en la ciudad siempre hay que andar mucho ya que las distancias son grandes.
      Estoy preparada y dispuesta para lo que de la mañana. Me dirijo al trabajo.





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