Hay contención en todo. Nos recorta las alas de nuestra libertad.
Es una nueva preocupación añadida a las infinitas que tiene estar vivo.
¿Qué está pasando con los hipocondríacos?¿Estarán a cada rato lavándose
las manos hasta estropear su piel?¿y los agoreros, esos que ya veían el fin del
mundo cada día ¿Lo ven ahora más cercano?
Significa un zarandeo a nuestra cotidianidad que plantea numerosos interrogantes:
¿Qué debo hacer?
¿Hago acopio de alimentos? ¿De qué tipo? ¿Para cuanto tiempo?
¿Dejo de acudir a actos culturales y paseos de domingo?
¿Me afectará? ¿Afectará a los míos que viven lejos de mí? ¿Quién los
cuidaría?
Afecta a nuestra alegría, hunde el sentimiento que trae la primavera de expandir
un poco el alma, de salir a pasear , de disfrutar el aire tibio, de salir de
compras y darte un capricho, de esas pequeñas cosas que hacen que nuestra alma se
eleve un poquito sobre la tierra.
Con esta espada de Damocles encima tenemos que inhibirnos ante los placeres de los que antes
disfrutábamos ignorando quizás lo que está latente. ¿Hemos de recluirnos en
casa y en la tristeza o al menos en cierta melancolía?
En principio seguimos con nuestra rutina pero cercenada en parte, nos
miramos más a la cara pero marcamos más distancia física con la gente. No nos
saludamos tan efusivamente con el cuerpo más bien solo nos saludamos con
palabras.
Aquí estamos viviendo nuestra vida, nada puede impedir que pase lo que
tenga que pasar. Como siempre ha sido.
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