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lunes, 9 de marzo de 2020


 Ha venido y lo ha agitado todo. Nos ha agitado las mentes. Nos ha hecho derivar nuestros pensamientos hedonistas hacia cuestiones preocupantes. Ha hecho posicionar la salud en el primer puesto de nuestras preocupaciones si es que no lo estaba. Nos hace replantearnos nuestro día a día, nuestras costumbres, nuestros viajes, nuestras inversiones…
Hay contención en todo. Nos recorta las alas de nuestra libertad.
Es una nueva preocupación añadida a las infinitas que tiene estar vivo.
¿Qué está pasando con los hipocondríacos?¿Estarán a cada rato lavándose las manos hasta estropear su piel?¿y los agoreros, esos que ya veían el fin del mundo cada día ¿Lo ven ahora más cercano?
Significa un zarandeo a nuestra cotidianidad que plantea numerosos interrogantes:
¿Qué debo hacer?
¿Hago acopio de alimentos? ¿De qué tipo? ¿Para cuanto tiempo?
¿Dejo de acudir a actos culturales y paseos de domingo?
¿Me afectará? ¿Afectará a los míos que viven lejos de mí? ¿Quién los cuidaría?
Afecta a nuestra alegría, hunde el sentimiento que trae la primavera de expandir un poco el alma, de salir a pasear , de disfrutar el aire tibio, de salir de compras y darte un capricho, de esas  pequeñas cosas que hacen que nuestra alma se eleve un poquito sobre la tierra.
Con esta espada de Damocles encima tenemos que inhibirnos  ante los placeres de los que antes disfrutábamos ignorando quizás lo que está latente. ¿Hemos de recluirnos en casa y en la tristeza o al menos en cierta melancolía?
En principio seguimos con nuestra rutina pero cercenada en parte, nos miramos más a la cara pero marcamos más distancia física con la gente. No nos saludamos tan efusivamente con el cuerpo más bien solo nos saludamos con palabras.
Aquí estamos viviendo nuestra vida, nada puede impedir que pase lo que tenga que pasar. Como siempre ha sido.


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